Un día, un joven profesor desencadenó un escándalo mayúsculo en clase, al mostrar a sus alumnos un billete de 500 euros, al parecer totalmente nuevo. “¿Quién lo quiere? Evidentemente todos lo querían… Lo doblé en dos. “Y ahora ¿quién lo quiere? Todos, evidentemente. Lo dobló en ocho. “¿Alguien lo quiere?” Todos. Lo desdobló y lo arrugó. “Y ahora ¿le interesa a alguien este billete? Todas la manos se levantan… Entonces lo tira al suelo, lo pisotea y lo cubre de polvo. “¿Alguien lo quiere todavía?” Todos los alumnos dicen que les interesa. “¿Por qué queréis este billete, aunque está arrugado y doblado…?” “Porque sigue conservando su valor” le responden. Y el profesor concluye: “Acordaos siempre de esto: aunque os sintáis arrugados, hundidos, magullados, siempre conserváis vuestro valor”.
Esta enseñanza puede ayudarnos a entender el evangelio de hoy: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único…” Dios nos ama porque tenemos gran valor, porque somos la imagen de su Hijo.
La Cuaresma es tiempo para redescubrir el gran amor de Dios para cada uno de nosotros, sus hijos. Este tiempo nos enseña y ayuda a volver a Dios, a experimentar su amor incondicional, un amor que perdona siempre, un amor misericordioso y fiel, un amor tan grande que llega hasta dar su vida en la cruz por todos para librarnos de lo que nosotros no podemos: del pecado y de la muerte.
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