Allelúia,
allelúia, allelúia.
O fílii et fíliae,
Rex caeléstis, Rex
glóriae morte surréxit hódie, allelúia.
Allelúia,
allelúia, allelúia.
Et mane prima
sábbati,
ad óstium
monuménti accessérunt discípuli, allelúia. Allelúia, allelúia, allelúia.
|
Aleluya, aleluya, aleluya.
Oh, hijos e hijas, el Rey celestial, el Rey de la gloria
hoy resucitó de la muerte, aleluya.
Aleluya, aleluya, aleluya.
Muy de mañana, el sábado
a la entrada del
sepulcro se acercaron los discípulos, aleluya.
Aleluya, aleluya, aleluya.
|
sábado, 20 de abril de 2019
VIGILIA PASCUAL
viernes, 19 de abril de 2019
VIERNES SANTO
Popule meus, quid feci tibi?
Aut in quo contristavi te?
Responde mihi.
Oh pueblo mío, ¿qué te he hecho?
¿en qué te he entristecido?
Respóndeme.
Stabat Mater dolorosa
Iuxta crucem lacrimosa,
Dum pendebat filius.
Cuius animam gementem
Contristatam et dolentem
Pertransivit gladius.
Dum pendebat filius.
Cuius animam gementem
Contristatam et dolentem
Pertransivit gladius.
La Madre piadosa parada
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía.
Cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.
jueves, 18 de abril de 2019
JUEVES SANTO
EN CASO DE LLUVIA LOS ACTOS PROCESIONALES SE REALIZARÁN EN LA IGLESIA PARROQUIAL
miércoles, 17 de abril de 2019
MIÉRCOLES SANTO
“En aquel
tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y
les propuso:
«¿Qué
estáis dispuestos a darme si os lo entrego?».
Ellos se
ajustaron con él en treinta monedas de plata. Y desde entonces andaba buscando
ocasión propicia para entregarlo.
El primer
día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
«¿Dónde quieres que te preparemos la cena de
Pascua?». Él contestó:
«Id a la
ciudad, a casa de quien vosotros sabéis, y decidle:
“El
Maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis
discípulos”».
Los
discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.
Al
atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
«En
verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar».
Ellos,
muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
«¿Soy yo acaso, Señor?».
Él
respondió:
«El que
ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar. El Hijo del
hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del
hombre es entregado!, ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!».
Entonces
preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
«¿Soy yo
acaso, Maestro?».
Él
respondió:
«Tú lo
has dicho».” (Mt 26, 14-25)
Mientras concluye el camino cuaresmal, la liturgia del Miércoles santo ya nos
introduce en el clima dramático de los próximos días, impregnados del recuerdo
de la pasión y muerte de Cristo, y propone a
nuestra meditación el breve diálogo que tuvo lugar en el Cenáculo entre Jesús y
Judas. “¿Acaso soy yo, Rabbí?”, pregunta el traidor del divino Maestro, que
había anunciado: “Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará”. La respuesta
del Señor es lapidaria: “Sí, tú lo has dicho”. San Juan concluye
la narración del anuncio de la traición de Judas con pocas, pero significativas
palabras: “Era de noche”.
Cuando el traidor abandona el Cenáculo, se intensifica
la oscuridad en su corazón —es una noche interior—, el desconcierto se apodera
del espíritu de los demás discípulos —también ellos van hacia la noche—,
mientras las tinieblas del abandono y del odio se condensan alrededor del Hijo del
Hombre, que se dispone a consumar su sacrificio en la cruz.
En los próximos días conmemoraremos el enfrentamiento
supremo entre la Luz y las Tinieblas, entre la Vida y la Muerte. También
nosotros debemos situarnos en este contexto, conscientes de nuestra “noche”, de
nuestras culpas y responsabilidades, si queremos revivir con provecho
espiritual el Misterio pascual, si queremos llegar a la luz del corazón
mediante este Misterio, que constituye el fulcro central de nuestra fe.
El misterio pascual, que el Triduo
sacro nos hará revivir, no es sólo recuerdo de una realidad pasada; es una
realidad actual: también hoy Cristo vence con su amor al pecado y a la muerte. El triunfo final es de
Cristo, de la verdad y del amor. Como nos recordará san Pablo en la Vigilia
pascual, si con Él estamos dispuestos a sufrir y morir, su vida se convierte en
nuestra vida. En esta certeza se basa y se edifica nuestra existencia
cristiana. (Benedicto XVI, Audiencia general, 04-04-2007)
martes, 16 de abril de 2019
MIÉRCOLES SANTO
RETIRO DE SEMANA SANTA
20.00 H
EXPOSICIÓN, MEDITACIÓN Y TIEMPO PARA CONFESIONES
Crux fidelis, inter omnes
Arbor una nobilis
Nulla silva talem profert,
Fronde, flore, germine.
Arbor una nobilis
Nulla silva talem profert,
Fronde, flore, germine.
Dulce lignum, dulces clavos,
Dulce pondus sustinet.
¡Oh Cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dió mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!
Jamás el bosque dió mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!
En caso de lluvia el Vía Crucis se realizará en la iglesia parroquial
MARTES SANTO
“En aquel tiempo,
estando Jesús a la mesa con sus discípulos, se turbó en su espíritu y dio
testimonio diciendo:
«En verdad, en
verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar».
Los discípulos se
miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía.
Uno de ellos, el
que Jesús amaba, estaba reclinado a la mesa en el seno de Jesús. Simón Pedro le
hizo señas para que averiguase por quién lo decía.
Entonces él,
apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó:
«Señor, ¿quién
es?».
Le contestó Jesús:
«Aquel a quien yo
le dé este trozo de pan untado».
Y, untando el pan,
se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él
Satanás. Entonces Jesús le dijo:
«Lo que vas a
hacer, hazlo pronto».
Ninguno de los
comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos
suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo
a los pobres.
Judas, después de
tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche.
Cuando salió, dijo
Jesús:
«Ahora es
glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es
glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo
glorificará. Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero
lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros:
“Donde yo voy no
podéis venir vosotros”».
Simón Pedro le
dijo:
«Señor, ¿adónde
vas?».
Jesús le respondió:
«Adonde yo voy no
me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde».
Pedro replicó:
«Señor, ¿por qué no
puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti». Jesús le contestó:
«¿Conque darás tu
vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes de que me
hayas negado tres veces»”. (Jn 13, 21-33. 36-38)
Hoy,
Martes Santo, la liturgia pone el acento sobre el drama que está a punto de
desencadenarse y que concluirá con la crucifixión del Viernes Santo. «En cuanto
tomó Judas el bocado, salió. Era de noche». Siempre es de noche cuando uno se
aleja del que es «Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero» (Símbolo de
Nicea-Constantinopla).
El
pecador es el que vuelve la espalda al Señor para gravitar alrededor de las
cosas creadas, sin referirlas a su Creador. San Agustín describe el pecado como
«un amor a sí mismo hasta el desprecio de Dios». Una traición, fruto de «la
arrogancia con la que queremos emanciparnos de Dios y no ser nada más que
nosotros mismos; la arrogancia por la que creemos no tener necesidad del amor
eterno, sino que deseamos dominar nuestra vida por nosotros mismos» (Benedicto
XVI).
Afortunadamente,
el pecado no es la última palabra. Ésta es la misericordia de Dios. Pero ella
supone un “cambio” por nuestra parte que consiste en despegarse de las
criaturas para vincularse a Dios y reencontrar así la auténtica libertad. La
Semana Santa es la ocasión propicia. En la Cruz, Cristo tiende sus brazos a
todos. Nadie está excluido. Todo ladrón arrepentido tiene su lugar en el
paraíso. Eso sí, a condición de cambiar de vida y de reparar, como el del
Evangelio: «Nosotros, en verdad, recibimos lo debido por lo que hemos hecho;
pero éste no hizo mal alguno» (Lc 23,41).
lunes, 15 de abril de 2019
LUNES SANTO
“Seis
días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había
resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y
Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa.
María
tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los
pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del
perfume.
Judas
Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice:
«¿Por
qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los
pobres?».
Esto
lo dijo no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como
tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando.
Jesús
dijo:
«Déjala;
lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis
siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis».
Una
muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron no solo por Jesús,
sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos.
Los
sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por
su causa, se les iban y creían en Jesús.” (Jn 12, 1-11)
Hoy,
en el Evangelio, se nos resumen dos actitudes sobre Dios, Jesucristo y la vida
misma.
María
unge los pies de Jesús y los seca con sus cabellos, porque cree que es lo que
debe hacer. Es una acción tintada de espléndida magnanimidad: lo hizo «tomando
una libra de perfume de nardo puro, muy caro». Es un acto de amor y, como todo
acto de amor, difícil de entender por aquellos que no lo comparten.
La
protesta de Judas no tiene ninguna utilidad, sólo le lleva a la traición. La
acción de María la lleva a amar más a su Señor y, como consecuencia, a amar más
a los “pies” de Cristo que hay en este mundo.
domingo, 14 de abril de 2019
DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
"En aquel tiempo, Jesús caminaba delante de sus discípulos, subiendo
hacia Jerusalén.
Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos,
mandó a dos discípulos, diciéndoles:
«Id a la aldea de enfrente; al entrar en ella, encontraréis un pollino
atado, que nadie ha montado nunca. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os
pregunta: “¿Por qué lo desatáis?”, le diréis así: “El Señor lo necesita”».
Fueron, pues, los enviados y lo encontraron como les había dicho.
Mientras desataban el pollino, los dueños les dijeron:
«¿Por qué desatáis el pollino?».
Ellos dijeron:
«El Señor lo necesita».
Se lo llevaron a Jesús y, después de poner sus mantos sobre el pollino,
ayudaron a Jesús a montar sobre él.
Mientras Él iba avanzando, extendían sus mantos por el camino. Y, cuando
se acercaba ya a la bajada del monte de los Olivos, la multitud de los
discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios a grandes voces por
todos los milagros que habían visto, diciendo:
«¡Bendito el rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria
en las alturas».
Algunos fariseos de entre la gente le dijeron:
«Maestro, reprende a tus discípulos».
Y respondiendo, dijo:
«Os digo que, si estos callan, gritarán las piedras»." (Lc 19, 28-40)
“Sigamos al Señor”. Así se expresa
claramente el tema del domingo de Ramos. Es el seguimiento. Ser cristianos
significa considerar el camino de Cristo como el camino justo para ser hombres,
como el camino que lleva a la meta, a una humanidad plenamente realizada y auténtica.
Ser cristianos es un camino, o mejor, una peregrinación, un caminar junto a
Jesucristo, un caminar en la dirección que Él nos ha indicado y nos indica.
El seguimiento de Cristo requiere
como primer paso despertar la nostalgia por el auténtico ser hombres y, así,
despertar para Dios. Requiere también entrar en la cordada de quienes suben, en
la comunión de la Iglesia. En el “nosotros” de la Iglesia entramos en comunión
con el “Tú” de Jesucristo y así alcanzamos el camino hacia Dios. Además, se
requiere escuchar la Palabra de Jesucristo y vivirla: con fe, esperanza y amor.
Así estamos en camino hacia la Jerusalén definitiva y ya desde ahora, de algún
modo, nos encontramos allá, en la comunión de todos los santos de Dios.
Nuestra peregrinación siguiendo a
Jesucristo no va hacia una ciudad terrena, sino hacia la nueva ciudad de Dios
que crece en medio de este mundo. La fe en Jesucristo no es una invención
legendaria. Se funda en una historia que ha acontecido verdaderamente. Seguir
los caminos exteriores de Jesús debe ayudarnos a caminar con más alegría y con
una nueva certeza por el camino interior que Él nos ha indicado y que es Él
mismo.
DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
Pueri Hebræorum
vestimenta prosternebant in via
et clamabant dicentes:
Hosanna filio David,
benedictus qui venit
in nomine Domini. (Matth. 21, 8-9)
vestimenta prosternebant in via
et clamabant dicentes:
Hosanna filio David,
benedictus qui venit
in nomine Domini. (Matth. 21, 8-9)
Los niños hebreos
extendían en el camino sus ropas
y gritaban diciendo:
«Hosanna al hijo de David,
bendito el que viene
en nombre del Señor.» (Mateo 21, 8-9)
extendían en el camino sus ropas
y gritaban diciendo:
«Hosanna al hijo de David,
bendito el que viene
en nombre del Señor.» (Mateo 21, 8-9)
En caso
de lluvia los actos se desarrollarán en el templo parroquial
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sábado, 13 de abril de 2019
SÁBADO QUINTA SEMANA DE CUARESMA
“En aquel tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al
ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los
fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús.
Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron:
«¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir,
todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la
nación».
Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo:
«Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que
uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera».
Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote
aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la
nación; y no solo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios
dispersos.
Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba
públicamente entre los judíos, sino que se retiró a la región vecina al
desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los
discípulos.
Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a
Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y, estando en
el templo, se preguntaban:
«¿Qué os parece? ¿Vendrá a la fiesta?».
Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de
dónde estaba les avisara para prenderlo.” (Jn 11, 45-57)
Hoy, de camino hacia Jerusalén, Jesús se sabe
perseguido, vigilado, sentenciado, porque cuanto más grande y novedoso ha sido
el anuncio del Reino más amplia y más clara ha sido la división y la oposición
que ha encontrado en los oyentes.
Las palabras negativas de Caifás, «os conviene que muera
uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación», Jesús las asumirá
positivamente en la redención obrada por nosotros. Jesús, el Hijo Unigénito de
Dios, ¡en la Cruz muere por amor a todos! Muere para hacer realidad el plan del
Padre.
Ojalá que nuestras sentencias, palabras y acciones no
sean impedimentos para la evangelización, ya que de Cristo recibimos el
encargo, también nosotros, de reunir los hijos de Dios dispersos: «Id y enseñad
a todas las gentes».
viernes, 12 de abril de 2019
PROGRAMA VIERNES DE DOLORES
Stabat Mater dolorosa
Iuxta crucem lacrimosa,
Dum pendebat filius.
Cuius animam gementem
Contristatam et dolentem
Pertransivit gladius.
Dum pendebat filius.
Cuius animam gementem
Contristatam et dolentem
Pertransivit gladius.
La Madre piadosa parada
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía.
Cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.
VIERNES DE DOLORES
“Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de
su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre
y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre:
«Mujer, ahí tienes a tu hijo».
Luego, dijo al discípulo:
«Ahí tienes a tu madre».
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.” (Jn 19, 25-27)
Hoy, al celebrar la memoria de Nuestra Señora de los Dolores,
contemplamos a María que comparte la compasión de su Hijo por los pecadores.
Como afirma san Bernardo, la Madre de Cristo entró en la Pasión de su Hijo por
su compasión. Al pie de la Cruz se cumple la profecía de Simeón de que su
corazón de madre sería traspasado por el suplicio infligido al Inocente, nacido
de su carne. Igual que Jesús lloró, también María ciertamente lloró ante el
cuerpo lacerado de su Hijo. Sin embargo, su discreción nos impide medir el abismo
de su dolor; la hondura de esta aflicción queda solamente sugerida por el
símbolo tradicional de las siete espadas. Se puede decir, como de su Hijo
Jesús, que este sufrimiento la ha guiado también a Ella a la perfección, para
hacerla capaz de asumir la nueva misión espiritual que su Hijo le encomienda
poco antes de expirar: convertirse en la Madre de Cristo en sus miembros. En
esta hora, a través de la figura del discípulo a quien amaba, Jesús presenta a
cada uno de sus discípulos a su Madre, diciéndole: “Ahí tienes a tu hijo”.
María está hoy en el gozo y la gloria de la Resurrección. Las
lágrimas que derramó al pie de la Cruz se han transformado en una sonrisa que
ya nada podrá extinguir, permaneciendo intacta, sin embargo, su compasión
maternal por nosotros. Lo atestigua la intervención benéfica de la Virgen María
en el curso de la historia y no cesa de suscitar una inquebrantable confianza
en Ella; la oración Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María! expresa bien
este sentimiento. María ama a cada uno de sus hijos, prestando una atención
particular a quienes, como su Hijo en la hora de su Pasión, están sumidos en el
dolor; los ama simplemente porque son sus hijos, según la voluntad de Cristo en
la Cruz.
jueves, 11 de abril de 2019
JUEVES QUINTA SEMANA DE CUARESMA
“En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
«En verdad, en verdad os digo: quien guarda mi palabra no
verá la muerte para siempre». Los judíos le dijeron:
«Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió,
los profetas también, ¿y tú dices: “Quien guarde mi palabra no gustará la
muerte para siempre”? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió?
También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?».
Jesús contestó:
«Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría
nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: “Es nuestro
Dios”, aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera “No lo conozco”
sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra.
Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó
de alegría».
Los judíos le dijeron:
«No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a
Abrahán?». Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán
existiera, yo soy».
Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se
escondió y salió del templo.” (Jn 8, 51-59)
El cristianismo es más
que un conjunto de reglas morales elevadas, como pueden ser el amor perfecto,
o, incluso, el perdón. El cristianismo es la fe en una persona. Jesús es Dios y
hombre verdadero. «Perfecto Dios y perfecto Hombre», dice el Símbolo
Atanasiano. San Hilario de Poitiers escribe en una bella oración: «Otórganos,
pues, un modo de expresión adecuado y digno, ilumina nuestra inteligencia, haz
también que nuestras palabras sean expresión de nuestra fe, es decir, que
nosotros, que por los profetas y los Apóstoles te conocemos a ti, Dios Padre y
al único Señor Jesucristo, podamos también celebrarte a ti como Dios, en quien
no hay unicidad de persona, y confesar a tu Hijo, en todo igual a ti».
miércoles, 10 de abril de 2019
MIÉRCOLES QUINTA SEMANA DE CUARESMA
“En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en Él:
«Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis
la verdad, y la verdad os hará libres».
Le replicaron:
«Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices Tú:
“Seréis libres”?».
Jesús les contestó:
«En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es esclavo. El
esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y
si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de
Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque mi palabra no cala en
vosotros. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo
que le habéis oído a vuestro padre».
Ellos replicaron:
«Nuestro padre es Abrahán».
Jesús les dijo:
«Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis
de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios; y eso no
lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre».
Le replicaron:
«Nosotros no somos hijos de prostitución; tenemos un solo padre: Dios».
Jesús les contestó:
«Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque Yo salí de Dios, y he
venido. Pues no he venido por mi cuenta, sino que Él me envió».” (Jn 8, 31-42)
Hoy, el Señor dirige duras palabras a
los judíos.
Como eran descendientes de Abraham
según la consanguineidad, esos se consideraban superiores no solamente de los
gentíos que vivían lejos de la fe, sino también superiores a cualquier
discípulo no judío partícipe de la misma fe. A pesar de ser discípulos de
Jesús, nada representaba para ellos. Pero es ahí donde se encuentra el gran
error de todos ellos: los verdaderos hijos no son los descendientes según la
consanguineidad, sino los herederos de la promesa, aquellos que creen. Sin la
fe en Jesús no es posible que alguien alcance la promesa de Abraham. Por tanto,
entre los discípulos «no hay judío o griego; no hay esclavo o libre; no hay
hombre o mujer», porque todos son hermanos por el bautismo.
Pensemos en nosotros
mismos. «Quisiera que cada uno de vosotros sintiera la alegría de ser
cristiano… Dios guía a su Iglesia, la sostiene siempre, también y sobre todo en
los momentos difíciles» (Benedicto XVI).
martes, 9 de abril de 2019
MARTES QUINTA SEMANA DE CUARESMA
“En aquel
tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
«Yo me
voy y me buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde Yo voy no podéis venir
vosotros».
Y los
judíos comentaban:
«¿Será
que va a suicidarse, y por eso dice: “Donde Yo voy no podéis venir vosotros”?».
Y Él les
dijo:
«Vosotros
sois de aquí abajo, Yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, Yo no
soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis en vuestros pecados:
pues, si no creéis que Yo soy, moriréis en vuestros pecados».
Ellos le
decían:
«¿Quién
eres Tú?».
Jesús les
contestó:
«Lo que
os estoy diciendo desde el principio. Podría decir y condenar muchas cosas en
vosotros; pero el que me ha enviado es veraz, y Yo comunico al mundo lo que he
aprendido de Él».
Ellos no
comprendieron que les hablaba del Padre.
Y
entonces dijo Jesús:
«Cuando
levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que “Yo soy”, y que no hago nada
por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió
está conmigo, no me ha dejado solo;.porque Yo hago siempre lo que le agrada».
Cuando
les exponía esto, muchos creyeron en Él.” (Jn 8, 21-30)
Hoy a una semana de la contemplación de
la Pasión del Señor, Él nos invita a mirarle anticipadamente redimiéndonos
desde la Cruz: «Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre...». En efecto,
Cristo Crucificado —¡Cristo “levantado”!— es el gran y definitivo signo del
amor del Padre a la Humanidad caída. Sus brazos abiertos, extendidos entre el
cielo y la tierra, trazan el signo indeleble de su amistad con nosotros los
hombres. Al verle así, alzado ante nuestra mirada pecadora, sabremos que Él es,
y entonces, como aquellos judíos que le escuchaban, también nosotros creeremos
en Él.
Pretender un Evangelio sin Cruz,
despojado del sentido cristiano de la mortificación, o contagiado del ambiente
pagano que nos impide entender el valor redentor del sufrimiento, nos colocaría
en la terrible posibilidad de escuchar de los labios de Cristo: «Después de
todo, ¿para qué seguir hablándoos?».
Que nuestra mirada a la Cruz, mirada
sosegada y contemplativa, sea una pregunta al Crucificado, en que sin ruido de
palabras le digamos: «¿Quién eres tú?».
Viviremos, y viviremos
ya en esta tierra vida de cielo si aprendemos de Él la gozosa certidumbre de
que el Padre está con nosotros, no nos deja solos. Así imitaremos al Hijo en
hacer siempre lo que al Padre le agrada.
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