jueves, 29 de septiembre de 2016

FIESTA DE LOS SANTOS ARCÁNGELES MIGUEL, GABRIEL Y RAFAEL



Hoy celebramos a los Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Amigos, protectores y mensajeros de Dios

San Miguel Arcángel

Este nombre significa: ¿Quién como Dios? - Nadie es como Dios.

A San Miguel lo nombre tres veces la S. Biblia. Primero en el capítulo 12 del libro de Daniel a donde se dice: "Al final de los tiempos aparecerá Miguel, al gran Príncipe que defiende a los hijos del pueblo de Dios. Y entonces los muertos resucitarán. Los que hicieron el bien, para la Vida Eterna, y los que hicieron el mal, para el horror eterno".

En el capítulo 12 del Libro del Apocalipsis se cuenta lo siguiente: "Hubo una gran batalla en el cielo. Miguel y sus ángeles combatieron contra Satanás y los suyos, que fueron derrotados, y no hubo lugar para ellos en el cielo, y fue arrojada la Serpiente antigua, el diablo, el seductor del mundo. Ay de la tierra y del mar, porque el diablo ha bajado a vosotros con gran furor, sabiendo que le queda poco tiempo".

En la Carta de San Judas Tadeo se dice: "El Arcángel San Miguel cuando se le enfrentó al diablo le dijo: ‘Que te castigue el Señor’". Por eso a San Miguel lo pintan atacando a la serpiente infernal.

La Iglesia Católica ha tenido siempre una gran devoción al Arcángel San Miguel, especialmente para pedirle que nos libre de los ataques del demonio y de los espíritus infernales. Y él cuando lo invocamos llega a defendernos, con el gran poder que Dios le ha concedido. Muchos creen que él sea el jefe de los ejércitos celestiales.

San Gabriel Arcángel

Su nombre significa: Dios es mi protector.

A este Arcángel se le nombra varias veces en la Biblia. Él fue el que le anunció al profeta Daniel el tiempo en el que iba a llegar el Redentor. Dice así el profeta: "Se me apareció Gabriel de parte de Dios y me dijo: dentro de setenta semanas de años aparecerá el Santo de los Santos" (Daniel 9).

Al Arcángel San Gabriel se le confió la misión más alta que jamás se le haya confiado a criatura alguna: anunciar la encarnación del Hijo de Dios. Por eso se le venera mucho desde la antigüedad.

Su carta de presentación cuando se le apareció a Zacarías para anunciarle que iba a tener por hijo a Juan Bautista fue esta: "Yo soy Gabriel, el que está en la presencia de Dios" (Lc. 1,19).

San Lucas dice: "Fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, a una virgen llamada María, y llegando junto a ella, le dijo: ‘Salve María, llena de gracia, el Señor está contigo’. Ella se turbó al oír aquel saludo, pero el ángel le dijo: ‘No temas María, porque has hallado gracia delante de Dios. Vas a concebir un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será Hijo del Altísimo y su Reino no tendrá fin’".

San Gabriel es el patrono de las comunicaciones y de los comunicadores, porque trajo al mundo la más bella noticia: que el Hijo de Dios se hacía hombre.

San Rafael Arcángel

Su nombre significa: Medicina de Dios.

Fue el arcángel enviado por Dios para quitarle la ceguera a Tobías y acompañar al hijo de éste en un larguísimo y peligroso viaje y conseguirle una santa esposa.

En el Libro de Tobías se cuenta que Dios envió a San Rafael a ayudar al anciano Tobías, quien estaba ciego y se hallaba en una gran aflicción, y a Sarah, la hija de Raquel, cuyos siete maridos habían muerto la noche del día bodas. San Rafael tomó la forma humana y se hizo llamar Azarías. Éste, acompañó a Tobías en su viaje, le ayudó en sus dificultades y le explicó cómo podía casarse con Sarah sin peligro alguno. En el libro de Tobías él mismo Arcángel se describe como "uno de los siete que están en la presencia del Señor"

San Rafael es muy invocado para alejar enfermedades y lograr terminar felizmente los viajes.

miércoles, 22 de junio de 2016

EL SANTO DE LA SEMANA

SANTO TOMÁS MORO 
PATRONO DE LOS GOBERNANTES Y POLÍTICOS



«El hombre no puede ser separado de Dios, ni la política de la moral»

Santo Tomás nació en Londres en 1477 y mantuvo siempre una vida de fe. Se graduó en la Universidad de Oxford como abogado y su carrera exitosa lo llevó al parlamento. Con Jane Colt tuvo un hijo y tres hijas. Su esposa muere y contrae nupcias nuevamente con Alice Middleton.

En 1516 escribió su libro “Utopía”, lo que llamó mucho la atención de Enrique VIII, quien lo puso en importantes puestos.

Cuando el rey seguía con su intención de repudiar a su esposa para casarse con otra y se disponía a separarse de la Iglesia de Roma para formar la iglesia anglicana bajo su autoridad, Santo Tomás Moro renunció.

Más adelante se dedicó a escribir en defensa de la Iglesia y con su amigo, el Obispo San Juan Fisher, rehusó a obedecer al rey como “cabeza” de la iglesia. Ambos, fieles a Cristo, fueron encarcelados. Meses después fue ejecutado San Juan Fisher y días posteriores Santo Tomás fue condenado como traidor.

Murió mártir al oponerse a la división interesada de Enrique VIII. En el andamio para ser ejecutado, el Santo les supo decir a la multitud que moría como "el buen servidor del rey, pero primero Dios" y, siendo decapitado, partió a la Casa del Padre el 6 de julio de 1535. La Fiesta de Santo Tomás Moro se celebra cada 22 de junio junto con San Juan Fisher.

“La historia de Santo Tomás Moro ilustra con claridad una verdad fundamental de la ética política. En efecto, la defensa de la libertad de la Iglesia frente a indebidas injerencias del Estado es, al mismo tiempo, defensa, en nombre de la primacía de la conciencia, de la libertad de la persona frente al poder político. En esto reside el principio fundamental de todo orden civil de acuerdo con la naturaleza del hombre”, dijo San Juan Pablo II en el año 2000.

miércoles, 10 de febrero de 2016

¿Qué sentido tienen el ayuno y la abstinencia durante la Cuaresma?


“¡Los ogros tienen capas!” Exhorta Shrek a Asno en un curioso (y no por ello carente de sentido) diálogo. Y los humanos también. Peter Josef Kentenich, sacerdote católico en proceso de beatificación y fundador del Movimiento Apostólico de Schoenstatt, plantea en sus escritos que el hombre, unión de cuerpo y alma, está estructurado en estratos. Estratos que abarcan desde los anhelos más profundos del alma y son expresión de su espiritualidad hasta las apetencias más superficiales ligadas a la concupiscencia, a la sensualidad. Mediante este planteamiento se diferencia la vida sobrenatural, la biológica, la psíquica y la intelectual. Supongo que coincidiremos, autor y lector, en que el deseo de amar y ser amado, por ejemplo, es una aspiración del hombre más -mucho más- elevada que el de ver jugar a los Celtics contra los Lakers.

Esta manera de ver al hombre nos puede ayudar a entender porqué el cristiano, y más a partir de hoy, Miércoles de Ceniza, que empieza la Cuaresma, está llamado al ayuno y la abstinencia. La Cuaresma es el tiempo de preparación para la Pascua, de conversión y reconciliación con Dios, de penitencia. Es un tiempo en que debemos acercarnos más a Dios e identificarnos más con Cristo, que es el modelo a seguir hasta que, como dijo San Pablo  “ya no soy yo quien vive, sino Cristo que vive en mí” (Gal 2, 20). Para ello es necesario permitir y favorecer el desarrollo de la vida sobrenatural inherente en nuestro ser, pues mediante ella el hombre es capaz de relacionarse con Dios e intensificar su trato con  Él.

Con este objetivo, y más aún en la época actual, donde el consumismo y el materialismo son realidades muy presentes en nuestra sociedad, es necesario desapegarse de aquello que satisface nuestra concupiscencia, romper las cadenas del placer y facilitar así el desarrollo de la vida sobrenatural del hombre. ¿Exige sacrificio? No debería sorprendernos. Sacrificio proviene del latín ‘sacro’ y ‘facere’, hacer algo sagrado, que nada tiene que ver con el significado que se le da hoy de dolor y pérdida. Cada vez que decidimos hacer algo por Dios renunciamos a muchas otras cosas por Él. Estamos haciendo un sacrificio. El sacrificio debe ser una realidad presente en todo momento en la vida del cristiano. Además, el hombre es propiamente hombre cuando se niega, haciendo uso de su condición de ser libre. La renuncia tiene como consecuencia inmediata el aumento del dominio de uno mismo, de llevar las riendas de nuestra vida. En palabras de San Ambrosio “quien no se abstiene de ninguna cosa lícita, está muy cerca de las ilícitas“. La renuncia nos hace libres y es dentro de este marco de libertad donde quiere Dios que le amemos.

La Cuaresma es además tiempo de penitencia, y el ayuno es, en este ámbito, una muestra concreta de cara a Dios de arrepentimiento y petición sincera de perdón. Nuestra naturaleza está herida por el pecado original. Somos pobres pecadores necesitados de su Misericordia y gracia para alcanzar la vida eterna, la salvación que Dios quiere para todos los hombres y fin último de nuestra vida. Por eso es necesario y propio de un corazón humilde y arrepentido purgar por las ofensas cometidas a modo de reparación.

Por último, Jesús nos da ejemplo cuando antes de empezar el ejercicio de su vida pública, después de su Bautismo en el Jordán, se retira durante cuarenta días a orar y ayunar en el desierto. Es una llamada al ayuno y muestra clara de la importancia que debe tener en nuestra vida,  unido siempre a una intensa oración.

Por lo tanto, no debe sorprendernos que durante la Cuaresma la Iglesia nos invite a guardar el ayuno y la abstinencia y a hacerlo de cara a Dios y no a los hombres.

HISTORIA Y SIGNIFICADO DEL MIERCOLES DE CENIZA

 
En los primeros años de la Iglesia la duración de la Cuaresma variaba. Finalmente alrededor del siglo IV se fijó su duración en 40 días. Es decir, que ésta comenzaba seis semanas antes del domingo de Pascua. Por tanto, un domingo llamado, precisamente, domingo de cuadragésima.

En los siglos VI-VII cobró gran importancia el ayuno como práctica cuaresmal, presentándose un inconveniente: desde los orígenes nunca se ayunó en domingo por ser día de fiesta, la celebración del Día del Señor. ¿Cómo hacer entonces para respetar el domingo y, a la vez, tener cuarenta días efectivos de ayuno durante la cuaresma? Para resolver este asunto, en el siglo VII, se agregaron cuatro días más a la cuaresma, antes del primer domingo, estableciendo los cuarenta días de ayuno, para imitar el ayuno de Cristo en el desierto. (Si uno cuenta los días que van del Miércoles de Ceniza al Sábado Santo y le resta los seis domingos, le dará exactamente cuarenta).

Así la Iglesia empezó la costumbre de iniciar la Cuaresma con el miércoles de Ceniza, costumbre muy arraigada y querida por el pueblo cristiano.

El miércoles de Ceniza en la Iglesia Católica es el primer día de la Cuaresma, cuarenta días antes de la Pascua. En este día se inicia un tiempo espiritual particularmente importante para todo cristiano que quiera prepararse dignamente para vivir el Misterio Pascual, es decir, la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor Jesús.

También en los primeros siglos de la Iglesia en Roma, existía la práctica de que los “penitentes” (grupo de pecadores que querían recibir la reconciliación al final de la Cuaresma, a las puertas de la Pascua), comenzaran su penitencia pública el primer día de la Cuaresma. Ellos eran salpicados de cenizas, vestidos en sayal y obligados a mantenerse lejos hasta que se reconciliaran con la Iglesia el Jueves Santo o el jueves antes de la Pascua.

Estas prácticas cayeron en desuso (del siglo VIII al X). Entonces, en el siglo XI, desaparecida ya la institución de los penitentes como grupo, viendo que el símbolo de la imposición de la ceniza al iniciar la Cuaresma era bueno, se empezó a realizar este rito para todos los cristianos, de modo que toda la comunidad se reconocía pecadora, dispuesta a emprender el camino de la conversión cuaresmal.

Por algún tiempo la imposición de la ceniza se realizaba al principio de la celebración litúrgica o independientemente de ella. En la última reforma litúrgica se reorganizó el rito de la imposición de la ceniza con el objetivo de que sea un símbolo más expresivo y pedagógico para los fieles, pasándose a realizar después de las lecturas bíblicas y de la homilía, las cuales nos ayudan a entender el profundo significado de lo que estamos viviendo. La Palabra de Dios, en ese día, nos invita a la conversión. El deseo de convertirnos y volver al Señor es lo que da contenido y sentido al gesto de las cenizas.

Las cenizas usadas para la cruz que recibimos en la frente son obtenidas al quemar las palmas usadas en el Domingo de Ramos del año anterior.

Este tiempo del Año Litúrgico, la Cuaresma, se caracteriza por el llamado a la conversión. Si escuchamos con atención la Palabra de Dios durante este tiempo, descubriremos la voz del Señor que nos llama a la conversión.

Por eso es elocuente empezar este tiempo con el rito austero de la imposición de ceniza, el cual, acompañado de las palabras “Convertíos y creed en el Evangelio” y de la expresión “Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás”, nos invita a todos a reflexionar acerca del deber de la conversión, recordándonos la fragilidad de nuestra vida aquí en la tierra.

Significado simbólico de la Ceniza

La ceniza, del latín “cinis”, es producto de la combustión de algo por el fuego. Por extensión, pues, representa la conciencia de la nada, de la muerte, de la caducidad del ser humano, y en sentido trasladado, de humildad y penitencia.

Ya podemos apreciar esta simbología en los comienzos de la historia de la Salvación cuando leemos en el libro del Génesis que “Dios formó al hombre con polvo de la tierra” (Gen 2,7). Eso es lo que significa el nombre de “Adán”. Y se le recuerda enseguida que ése es precisamente su fin: “hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste hecho” (Gn 3,19). En Gén 18, 27 Abraham dirá: “en verdad soy polvo y ceniza. En Jonás 3,6 sirve, por ejemplo, para describir la conversión de los habitantes de Nínive. La ceniza significa también el sufrimiento, el luto, el arrepentimiento. En Job (Jb 42,6) es explícitamente signo de dolor y de penitencia. De aquí se desprendió la costumbre, por largo tiempo conservada en los monasterios, de extender a los moribundos en el suelo recubierto con ceniza dispuesta en forma de cruz.

El gesto simbólico de la imposición de ceniza en la frente, se hace como respuesta a la Palabra de Dios que nos invita a la conversión, como inicio y entrada al ayuno cuaresmal y a la marcha de preparación para la Pascua. La Cuaresma empieza con ceniza y termina con el fuego, el agua y la luz de la Vigilia Pascual. Algo debe quemarse y destruirse en nosotros -el hombre viejo- para dar lugar a la novedad de la vida pascual de Cristo.

Por eso cuando nos acerquémonos a recibir las cenizas, meditemos muy bien en nuestro corazón las palabras que pronunciará el celebrante al imponérnoslas en forma de Cruz: “Arrepiéntete y cree en el Evangelio” (Cf Mc1,15) y “Acuérdate de que eres polvo y al polvo has de volver” (Cf Gén 3,19). Para que de verdad sea un signo y unas palabras que nos lleven a descubrir nuestra caducidad, nuestro deseo y necesidad de conversión y aceptación del Evangelio, y el deseo de recibir la novedad de vida que Cristo cada año quiere comunicarnos en la Pascua.