EVANGELIO
DEL DÍA (Mt 1, 16. 18-21. 24a)
Cuando
José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.
Juan Pablo II, que era muy devoto de san José, nos ha dejado una admirable meditación dedicada a él en
la exhortación apostólica Redemptoris Custos, "Custodio del
Redentor". Entre los muchos aspectos que pone de relieve, pondera en
especial el silencio de san José. Su silencio estaba
impregnado de contemplación del misterio de Dios, con una actitud de total
disponibilidad a la voluntad divina. En otras palabras, el silencio de san José
no manifiesta un vacío interior, sino, al contrario, la plenitud de fe que
lleva en su corazón y que guía todos sus pensamientos y todos sus actos. Un
silencio gracias al cual san José, al unísono con María, guarda la palabra de
Dios, conocida a través de las sagradas Escrituras, confrontándola
continuamente con los acontecimientos de la vida de Jesús; un silencio
entretejido de oración constante, oración de bendición del Señor, de adoración
de su santísima voluntad y de confianza sin reservas en su providencia.
Dejémonos "contagiar" por el silencio de san José. Nos es muy
necesario, en un mundo a menudo demasiado ruidoso, que no favorece el
recogimiento y la escucha de la voz de Dios. En este tiempo cultivemos el recogimiento interior, para
acoger y tener siempre a Jesús en nuestra vida." (BENEDICTO XVI - ANGELUS 18 de diciembre de
2005)
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