Curación del paralítico. Murillo
EVANGELIO DEL DÍA (Jn 5, 1-3. 5-16)
«Levántate,
toma tu camilla y echa a andar».
Y
al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.
El paralítico
impotente a la orilla del agua, ¿no te hace pensar en la experiencia de la
propia impotencia para hacer el bien? ¿Cómo pretendemos resolver, solos,
aquello que tiene un alcance sobrenatural?
Es necesario
que Él —su gracia— nos sumerja en las aguas de la oración, de la confesión, de
la apertura de espíritu. Tú y yo podemos ser paralíticos sempiternos, o
portadores e instrumentos de luz.
Todos estamos
expuestos a sentirnos desamparados en los momentos duros, o en la cotidianidad
de nuestro trabajo diario. Sin embargo, Cristo nos sale al encuentro. Nos cura
y hace que cambie nuestra vida yendo en contra de las costumbres frívolas del
mundo en que vivimos. Porque Él quiere permanecer con nosotros en nuestras
almas, por medio de la gracia.
¡Qué alegría
debemos sentir al sabernos amados por Dios! Para Dios somos muy importantes.
Con Él a nuestro lado, todo lo podemos. Jesús es nuestra fortaleza.
Señor,
gracias por tu amor y tu presencia que verdaderamente hace que nos sintamos
como hijos tuyos. Sé que hoy me has escuchado y te pido la gracia de ser
paciente para esperar que Tú obres en mí. Hazme ver tu mano amorosa que me
sostiene y me hace ver qué grande es tu amor hacia mí.
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