«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de
los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de
vuestro Padre celestial.
Cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda
lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en
lo secreto, te recompensará. Cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.
Cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará». (Mt 6, 1-6. 16-18)
Comienza hoy el ciclo pascual,
cuyo centro lo ocupa la Pasión, muerte y resurrección del Señor y que concluirá
con la venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés. Empieza hoy la
Cuaresma, un tiempo en el que mediante la oración, la limosna y el ayuno, nos
preparamos para llegar con un corazón limpio a la celebración del misterio
pascual de Cristo. Es un tiempo de penitencia y conversión en el que tenemos
que rasgar los corazones, no las vestiduras. Se trata de hacer las prácticas
penitenciales, no para que las vean las gentes, sino para que las vea solamente
Dios, que ve en lo escondido y nos recompensará en consecuencia. Dejémonos en
este tiempo reconciliar con Dios; ahora es el tiempo de la gracia. Y el mejor
medio para ello será celebrar esa reconciliación en el sacramento de la
penitencia.
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