En aquel tiempo, vio Jesús a un publicano llamado
Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
«Sígueme».
Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví
ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos
un gran número de publicanos y otros. Y murmuraban los fariseos y sus escribas
diciendo a los discípulos de Jesús:
«¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y
pecadores?». Jesús les respondió:
«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos.
No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan». (Lc 5, 27-32)
En el evangelio de este día Jesús invita a la conversión al publicano Leví. El Señor nos llama
constantemente, pero de modo especial en estos días de Cuaresma, a la conversión,
a un progreso mayor en nuestra vida espiritual. Ante Dios todos somos pecadores
y todos necesitamos convertirnos. Comenta San Agustín:
«La voz del Señor llama a los pecadores para que
dejen de serlo... Cristo ama a los pecadores, como el médico al enfermo: con
vistas a eliminar la fiebre y a sanarlo. No es su deseo que esté siempre
enfermo, lo que quiere es sanarlo» (Sermón 97
A,1).
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