En
el mes de Noviembre la Iglesia nos invita a recordar de manera especial a
nuestros difuntos, a aquellos a quienes hemos querido, a nuestros familiares y
amigos difuntos.
A
nuestro juicio nos quedaríamos a medias simplemente si les recordamos, hemos de
rezar por ellos con la absoluta certeza de que Dios escucha nuestra oración,
depositamos en manos de nuestro Creador la oración confiada por quienes nos han
precedido.
Desde
estas líneas queremos invitaros a algo más. Párate un momento y considera
también tu propia vida y el destino al que Dios te llama. Queremos ofrecerte un
resumen de la doctrina de la Iglesia en torno a las realidades últimas,
aquellas a las que ninguno de nosotros puede escapar. No podemos decir ¡esto no
me sucederá!.
Hoy
comenzamos preguntándonos ¿Por qué rezar por los difuntos?
En
la Iglesia Católica el mes de noviembre, está iluminado de modo particular por
el misterio de la comunión de los santos que se refiere a la unión y la ayuda
mutua que podemos prestarnos los cristianos: quienes aún estamos en la tierra,
los que ya seguros del cielo se purifican antes de presentarse ante Dios de los
vestigios de pecado en el purgatorio y quienes interceden por nosotros delante
de la Trinidad Santísima donde gozan ya para siempre. El cielo es el fin último
y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado
supremo y definitivo de dicha.
«Hasta
que el Señor venga en su esplendor con todos sus ángeles y, destruida la
muerte, tenga sometido todo, sus discípulos, unos peregrinan en la tierra;
otros, ya difuntos, se purifican; mientras otros están glorificados,
contemplando ‘claramente a Dios mismo, uno y trino, tal cual es’».
Todos,
sin embargo, aunque en grado y modo diversos, participamos en el mismo amor a
Dios y al prójimo y cantamos en mismo himno de alabanza a nuestro Dios.
La
Iglesia peregrina, perfectamente consciente de esta comunión de todo el Cuerpo
místico de Jesucristo, desde los primeros tiempos del cristianismo honró con
gran piedad el recuerdo de los difuntos y también ofreció por ellos oraciones
‘pues es una idea santa y provechosa orar por los difuntos para que se vean
libres de sus pecados.
Los
que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente
purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su
muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en
la alegría del cielo.
La
Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es
completamente distinta del castigo de los condenados.
Desde
los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha
ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico, para
que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La
Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de
penitencia en favor de los difuntos.
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