EL CIELO
Mientras
vivimos aspiramos a la felicidad, a poder vivir con bien, con nosotros mismos y
con los demás. Pero no estamos llamados sólo a esto, la llamada personal que
Dios nos dirige desde el momento de nuestro bautismo hace que podamos desear el
cielo ¿lo deseamos de verdad? ¿vivimos anhelando el cielo prometido?
¿Quiénes
van al cielo? ¿Cómo es el cielo?
El
cielo es «el fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del
hombre, el estado supremo y definitivo de dicha». San Pablo escribe: «Ni ojo
vio, ni oído oyó, ni pasó por pensamiento de hombre las cosas que Dios ha
preparado para los que le aman». (1Cor 2, 9).
Después
del juicio particular, los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están
perfectamente purificados van al cielo. Viven en Dios, lo ven tal cual es.
Están para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios, gozan de su
felicidad, de su Bien, de la Verdad y de la Belleza de Dios.
Esta
vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con
Ella, con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama el
cielo. Es Cristo quien, por su muerte y Resurrección, nos ha «abierto el
cielo». Vivir en el cielo es «estar con Cristo» (cf. Jn 14, 3; Flp 1, 23; 1 Ts
4,17). Los que llegan al cielo viven «en Él», aún más, encuentran allí su verdadera
identidad.
¿
En qué consiste el cielo ?
El
cielo es el momento sin fin del amor. Nada nos separa ya de Dios, a quien ama
nuestra alma y ha buscado durante toda una vida. Junto con todos los ángeles y
santos podemos alegrarnos por siempre en y con Dios.
Quien
contempla a una pareja que se mira tiernamente; quien contempla a un bebé que
busca mientras mama los ojos de su madre, como si quisiera almacenar para
siempre su sonrisa, percibe una lejana intuición del cielo. Poder mirar a Dios
cara a cara es como un único y eterno momento de amor.
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