martes, 18 de octubre de 2011

MISTERIOS DEL SANTO ROSARIO

CUARTO MISTERIO DE DOLOR: JESÚS CON LA CRUZ A CUESTAS CAMINO DEL CALVARIO.


“Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle”. “Y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario”. “Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, (...) a que llevara su cruz.”

Este misterio propone a la contemplación y meditación del creyente el Vía Crucis o Camino de la Cruz, los pasos que dio Jesús, por las calles de Jerusalén, caminando hacia el Calvario para ser allí ajusticiado. Es normal que los sumos sacerdotes y los demás miembros del Sanedrín trataran de dar la máxima publicidad a la ejecución de Jesús en una ciudad repleta de peregrinos llegados para las celebraciones pascuales; los enemigos del Señor no podían dejar escapar la oportunidad de prolongar y magnificar ante la muchedumbre su triunfo y la humillación de Jesús, cuyos seguidores y simpatizantes debían quedar advertidos. Las únicas personas que protestaron públicamente contra esa ejecución fueron las piadosas mujeres. Como, según la tradición, fue una mujer, llamada Verónica, la que, abriéndose paso entre la muchedumbre, limpió, llena de piedad, el rostro del Señor con un velo en el que Jesús dejó grabada su Santa Faz. Ciertamente, en el profeta Isaías podemos ver la descripción del rostro de Jesús, la imagen que ofrecía en aquel momento: No tenía apariencia ni presencia, lo vimos y no tenía aspecto que pudiésemos estimar; despreciable y desecho de hombres...

El Evangelio, que habla de María junto a la cruz de su Hijo, no menciona su presencia durante el camino hacia el Calvario. La cuarta estación del Vía crucis tradicional considera precisamente el encuentro de Jesús con su Madre en la calle de la amargura. Bien estuviera cerca de Jesús, en medio de la multitud, bien se mantuviera algo más retirada, lo cierto es que le acompañaba en sus dolores y sufrimientos, y sentía en su propia alma el desprecio y ultraje público de que era objeto el Hijo, y que, en definitiva, vivía con la máxima intensidad su condición de madre de aquel ajusticiado, y de corredentora de los hombres, asociada al Redentor.

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