“Se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: No tienen vino. Jesús le responde: ¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora. Dice su madre a los sirvientes: Haced lo que él os diga.”
En este episodio podemos contemplar la primera intervención de María en la vida pública de Jesús, que pone de relieve su cooperación en la misión de su Hijo. El significado y el papel que asume la presencia de la Virgen se manifiestan cuando llega a faltar el vino. Ella, como experta y solícita ama de casa, inmediatamente se da cuenta e interviene para que no decaiga la alegría de todos y, en primer lugar, para ayudar a los esposos en su dificultad. Dirigiéndose a Jesús con las palabras: «No tienen vino», María le expresa su preocupación por esa situación, esperando una intervención que la resuelva, más precisamente, esperando un signo extraordinario, dado que Jesús no disponía de vino. Aquí la Virgen muestra una vez más su total disponibilidad a Dios. Ella que, en la Anunciación, creyendo en Jesús antes de verlo, había contribuido al prodigio de la concepción virginal, ahora, confiando en el poder de Jesús aún sin revelar, provoca su «primer signo», la prodigiosa transformación del agua en vino.
La presencia de Jesús en Caná manifiesta, además, el proyecto salvífico de Dios con respecto al matrimonio. En esa perspectiva, la carencia de vino se puede interpretar como una alusión a la falta de amor, que lamentablemente es una amenaza que se cierne a menudo sobre la unión conyugal. María pide a Jesús que intervenga en favor de todos los esposos, a quienes sólo un amor fundado en Dios puede librar de los peligros de la infidelidad, de la incomprensión y de las divisiones. La gracia del sacramento ofrece a los esposos esta fuerza superior de amor, que puede robustecer su compromiso de fidelidad incluso en las circunstancias difíciles (Juan Pablo II).
La exhortación de María: «Haced lo que él os diga», conserva un valor siempre actual para los cristianos de todos los tiempos, y está destinada a renovar su efecto maravilloso en la vida de cada uno. Invita a una confianza sin vacilaciones, sobre todo cuando no se entienden el sentido y la utilidad de lo que Cristo pide.
Las palabras de María: «No tienen vino», nos invitan a meditar en la sensibilidad que deberíamos tener hacia las necesidades y carencias de los demás para contribuir por nuestra parte a llenarlas y presentárselas a Jesús.
Las palabras de Jesús: «Llenad las tinajas de agua», nos indican que de ordinario Dios requiere nuestra colaboración, que hagamos lo que está de nuestra parte, aun cuando Él podría hacerlo todo sin necesitar de nosotros.
La contemplación de la gloria de Jesús, manifestada en este misterio, debe llevarnos a creer y confiar en Él, tanto más cuando contamos con la intercesión de su Madre.
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