“Pedid y se os
dará”.
La insistencia
con la que Nuestro Señor pide que nos acerquemos a la oración para que se nos
dé; que nosotros lleguemos a Él para encontrarlo, es una insistencia que
requiere del corazón humano, una grandísima fortaleza interior, una gran
tenacidad. Esa tenacidad para que pidamos y se nos dé, se ve muchas veces
probada por las circunstancias, por las situaciones en las que nos encontramos.
Jesús habla de
que pidan y se les dará, pero no nos dice si será pronto o tarde, cuando se nos
dará. No nos dice si vamos a encontrar al primer momento en que empezamos a
buscar o va a ser una búsqueda larga. No nos dice si la espera va a ser corta o
se va a dilatar mucho. Simplemente nos dice que toquemos, que pidamos, que
busquemos con la certeza de que vamos a recibir, vamos a encontrar y de que se
nos va a abrir. Tener esta certeza, requiere en el alma una gran fortaleza
interior, una gran firmeza interior.
Sin embargo,
esto no es solamente una obra de Dios. Es importante el hecho de que Dios
quiera que nosotros construyamos esta firmeza interior, pero también a nosotros
nos toca actuar. Es obrar de Dios y obra nuestra. La Cuaresma es un período
especialmente señalado para indicar esta obra nuestra en la obra de Dios. La
obra nuestra en la tenacidad, en la constancia hasta conseguir que Dios N. S.
nos abra, nos dé y nos encuentre.
¿Qué hay que
hacer para esto? La Cuaresma nos habla de una penitencia que hay que realizar,
de una oración en la que tenemos que insistir y de una generosidad particular,
en la que tenemos nosotros, poco a poco que ir trabajando.
Para ello es
necesaria una muy seria penitencia interior. Una penitencia que no se quede
simplemente en el hecho de que no comamos carne o que ayunemos algunos días. Es
una penitencia que va mucho más allá de los detalles, de los sacrificios
concretos exteriores. Es una penitencia que tiene que abarcar toda nuestra
vida, toda nuestra personalidad, porque precisamente es la penitencia la que
forja el alma, la que construye el alma. No son las concesiones las que van a
hacer de nuestra alma un alma aceptable a Dios, va a ser la penitencia la que
va a hacer de nuestra alma, un alma entregada a Dios.
¿Cómo es esta
penitencia interior? Es una penitencia que tiene que acabar todas nuestras
dimensiones, toda nuestra persona, nuestros pensamientos, nuestra inteligencia,
nuestros afectos, nuestra voluntad, nuestra libertad. ¿Hasta qué punto nos hemos
planteado alguna vez la auténtica penitencia del alma, la auténtica exigencia
interior de ir probando nuestra alma, para ver si está lista a resistir las
pruebas para ser fieles a Dios?.
La penitencia
del alma, la purificación interior de nuestros sentimientos, de nuestra
voluntad de nuestra inteligencia, de nuestros afectos, de nuestra libertad para
ponerla totalmente de cara a Dios. La base de la penitencia del alma, es la
confianza absoluta en Dios. No se basa simplemente en los actos que nosotros
realizamos, de sacrificio o de renuncia interior, se realiza sobre todo, apoyada
en la confianza en Dios.
Que esta
Cuaresma nos permita introducirnos un poco en este camino, en búsqueda interior
del encuentro con Cristo; en esfuerzo interior por encontrarnos con el Señor,
conscientes de que no hay otro camino sino es el de aprender a hacer de nuestra
alma, un alma que busca, sabiendo que va a encontrar. Un alma que toca, sabiendo
que le van a abrir.
Forjemos nuestra
alma a través de la oración, del sacrificio y de la purificación interior, para
encontrar siempre, en todo lo que Dios nos da, al Padre Bueno que da cosas
buenas a quienes se las piden.
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