lunes, 23 de abril de 2012

PASCUA

TERCER DOMINGO DE PASCUA


“En este y en otros relatos (del evangelio) se capta una invitación repetida a vencer la incredulidad y a creer en la resurrección de Cristo…
La resurrección de Cristo es el dato central del cristianismo, verdad fundamental que es preciso reafirmar con vigor en todos los tiempos, puesto que negarla, como de diversos modos se ha intentado hacer y se sigue haciendo, o transformarla en un acontecimiento puramente espiritual, significa desvirtuar nuestra fe. “Si no resucitó Cristo –afirma san Pablo-, es vana nuestra predicación, es vana también nuestra fe”” (Benedicto XVI, Ángelus –III Domingo de Pascua- 30 de abril 2006)

Todo encuentro con Cristo nos transforma. Lo vemos en los discípulos que pasan del “miedo por la sorpresa” a la audacia porque se “les abrió el entendimiento para comprender las escrituras”, este cambio solo es posible porque han visto al Señor, porque los ha mirado y sonreído, porque han escuchado palabras vivas y encendidas, porque ha exhalado sobre ellos su Espíritu.

Todo encuentro con Cristo cristifica.
Todo encuentro con Dios diviniza.

“Vosotros sois testigos de esto” id, ¿cómo no irradiar esa luz y no guardarla? ¿cómo no darlo a conocer? ¿quién puede dejar de hablar de “lo que hemos visto y oído”?, id:

Para llenar la tierra de luz.
Para sembrar alegría y esperanza.
Para proclamar amnistía y perdón.
Para trabajar por la paz.
Para consolar a los que sufren.
Para evangelizar a los pobres.
Para ser testigos de resurrección.
Para asegurar que Dios nos ama y que la vida consiste en amar.

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