domingo, 14 de abril de 2019

DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR



"En aquel tiempo, Jesús caminaba delante de sus discípulos, subiendo hacia Jerusalén.
Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos, mandó a dos discípulos, diciéndoles:
«Id a la aldea de enfrente; al entrar en ella, encontraréis un pollino atado, que nadie ha montado nunca. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: “¿Por qué lo desatáis?”, le diréis así: “El Señor lo necesita”».
Fueron, pues, los enviados y lo encontraron como les había dicho. Mientras desataban el pollino, los dueños les dijeron:
«¿Por qué desatáis el pollino?».
Ellos dijeron:
«El Señor lo necesita».
Se lo llevaron a Jesús y, después de poner sus mantos sobre el pollino, ayudaron a Jesús a montar sobre él.
Mientras Él iba avanzando, extendían sus mantos por el camino. Y, cuando se acercaba ya a la bajada del monte de los Olivos, la multitud de los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios a grandes voces por todos los milagros que habían visto, diciendo:
«¡Bendito el rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas».
Algunos fariseos de entre la gente le dijeron:
«Maestro, reprende a tus discípulos».
Y respondiendo, dijo:
«Os digo que, si estos callan, gritarán las piedras»." (Lc 19, 28-40)

“Sigamos al Señor”. Así se expresa claramente el tema del domingo de Ramos. Es el seguimiento. Ser cristianos significa considerar el camino de Cristo como el camino justo para ser hombres, como el camino que lleva a la meta, a una humanidad plenamente realizada y auténtica. Ser cristianos es un camino, o mejor, una peregrinación, un caminar junto a Jesucristo, un caminar en la dirección que Él nos ha indicado y nos indica.
El seguimiento de Cristo requiere como primer paso despertar la nostalgia por el auténtico ser hombres y, así, despertar para Dios. Requiere también entrar en la cordada de quienes suben, en la comunión de la Iglesia. En el “nosotros” de la Iglesia entramos en comunión con el “Tú” de Jesucristo y así alcanzamos el camino hacia Dios. Además, se requiere escuchar la Palabra de Jesucristo y vivirla: con fe, esperanza y amor. Así estamos en camino hacia la Jerusalén definitiva y ya desde ahora, de algún modo, nos encontramos allá, en la comunión de todos los santos de Dios.
Nuestra peregrinación siguiendo a Jesucristo no va hacia una ciudad terrena, sino hacia la nueva ciudad de Dios que crece en medio de este mundo. La fe en Jesucristo no es una invención legendaria. Se funda en una historia que ha acontecido verdaderamente. Seguir los caminos exteriores de Jesús debe ayudarnos a caminar con más alegría y con una nueva certeza por el camino interior que Él nos ha indicado y que es Él mismo.

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