II DOMINGO DE CUARESMA – CICLO A
Lectura del santo evangelio según san Mateo:
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.
Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Sí quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.» Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto.
Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis.» Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
El rostro de Cristo resplandece también en otros montes y en otras simas:
Buscaré tu rostro en los perseguidos, y veré en las arenas del desierto las huellas de una familia que huye.
Buscaré tu rostro en los sin techo, y vendrá a mí la memoria del Hombre que no tuvo dónde reclinar la cabeza.
Buscaré tu rostro en la angustia de los amenazados, y un sudor de sangre empapará la tierra.
Buscaré tu rostro en las víctimas de la codiciosa envidia, y el escalofrío de un beso de hielo recorrerá mi espalda.
Buscaré tu rostro entre olivos, y a la luz de la luna contemplaré la rendida voluntas del Hijo.
Buscaré tu rostro en los desheredados, y un grito de abandono, rompiendo los cielos, abrirá camino a la justicia. (Isabel Guerra, cisterciense, Tu rostro buscaré)
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