Lectura del santo evangelio según san Marcos
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de
Cesarea de Felipe; por el camino, preguntó a sus díscípulos: -«¿Quién dice la
gente que soy yo?»
Ellos le contestaron: -«Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno
de los profetas.»
Él les preguntó: -«Y vosotros, ¿quién decís que soy?»
Pedro le contestó: -«Tú eres el Mesías.»
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a
instruirlos: -«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser
condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y
resucitar a los tres días.»
Se lo
explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a
increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: -«¡Quítate
de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!»
Después
llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: -«El que quiera venirse
conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el
que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por
el Evangelio la salvará.»
Palabra del Señor
“Si alguien
quiere venirse conmigo..., que coja su cruz y me siga”
¡Cómo expresar lo que mi alma sintió,
cuando de boca de tan santo Prelado, escuchó lo que ya es mi locura, lo que me
hace ser absolutamente feliz en mi destierro... el amor a la Cruz! ¡Oh! ¡La
Cruz de Cristo! ¿Qué más se puede decir? Yo no sé rezar...
No sé lo que es ser bueno... No tengo
espíritu religioso,
pues estoy lleno de mundo... Sólo sé una cosa,
una cosa que llena mi alma de alegría a pesar de verme tan pobre en virtudes y
tan rico en miserias... Sólo sé que tengo un tesoro que por nada ni por nadie
cambiaría..., mí cruz..., la Cruz de Jesús. Esa Cruz que es mi único
descanso...,¡cómo explicarlo! Quien esto no haya sentido..., ni remotamente podrá
sospechar lo que es.
Ojalá los hombres todos amaran la Cruz de
Cristo... ¡Oh! si el mundo supiera lo que es abrazarse de lleno, de veras, sin
reservas, con locura de amor a la Cruz de Cristo...! Cuánto tiempo perdido en pláticas,
devociones y ejercicios que son santos y buenos..., pero no son la Cruz de
Jesús, no son lo mejor...
Pobre hombre que para nada vales ni para
nada sirves, qué loca pretensión la tuya. Pobre oblato que arrastras tu vida
siguiendo como puedes las austeridades de la Regla, conténtate con guardar en silencio
tus ardores; ama con locura lo que el mundo desprecia porque no conoce; adora
en silencio esa Cruz que es tu tesoro sin que nadie se entere. Medita en
silencio a sus pies, las grandezas de
Dios, las maravillas de María, las miserias
del hombre del que nada debes esperar... Sigue tu vida siempre en silencio,
amando, adorando y uniéndote a la Cruz..., ¿qué más quieres?
(San Rafael Arnaiz
Barón (1911-1938), monje trapense español. Escritos espirituales 03/04/1938)
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