sábado, 10 de septiembre de 2011

PALABRA DE VIDA

XXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A


Lectura del santo evangelio según san Mateo:

En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?»

 Jesús le contesta: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo." El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: "Págame lo que me debes." El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré." Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: "¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.»

El rencor, la ira, la venganza y el odio son caminos de muerte.
Aventurarse por estos caminos es privarse de la misericordia y el perdón que Dios concede a quien pone en práctica el mandamiento del amor al prójimo.
Perdonar no es fácil. Pero Jesús cambia el registro: el perdón que hemos recibido, manifestado en la cruz, tantas veces experimentado en el sacramento de la confesión, será en adelante sin límite y nos exige, también a nosotros, “perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”; perdonar de “corazón, sinceramente, sin medida.
Dios es compasivo y misericordioso. Tu y yo, que nos llamamos católicos, hemos de ser en nuestra vida reflejo de esa compasión y misericordia de Dios.

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