"Cuentan los relatos de los monjes del desierto que, una vez, un joven novicio creyó que, si se acercaba a la cumbre de la montaña antes que el sol se ocultara, lograría ver a Dios. Animado por esta idea, salió del monasterio muy de mañana con el fin de llegar cuanto antes a la cima de la montaña. Cuando ya había realizado la mitad del camino, se encontró con un montañero tirado en el suelo que estaba pidiendo auxilio. El hombre había sufrido un accidente y tenía una fractura en la pierna. El monje se acercó a él y dijo que primero iría a ver a Dios y después le socorrería. Cuando llegó al tramo final de la cumbre de la montaña, a punto del ocaso del sol, por más que miraba no pudo ver a Dios. Bajó con presteza a socorrer al montañero malherido y cuando llego ya no estaba. Concluyen los relatos. "Si hubiera socorrido con amor y premura al necesitado, hubiera visto a Dios, porque Dios es Amor y sólo se manifiesta a quien ama". La decepción del joven novicio fue grande, pero la enseñanza hizo de él un monje gozoso de vivir por amor y para amar a los demás. El secreto de ver a Dios se resumía en amar siempre.
En la Jornada de Domund, pongamos todas las ofrendas (que son las oraciones, los sacrificios y los donativos) para que con ellas sigamos mostrando que el verdadero amor no solo se hace camino de santificación, sino que es medio y apoyo para que Dios sea conocido, amado y adorado. Ojala que en esta Jornada misionera muchos puedan ver a Dios o lo reconozcan con mayor nitidez."(Tomado de Revista Iluminare)
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